Excremento de perro

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Ladueñadelcan: ¿Qué puedo decirle a la gente que me mira mal por no recoger la mierda de mi perro? No sé qué me da más asco, si ellos o la mierda.

Querida Ladueñadelcan:

Estoy contigo (1). Vivimos en una sociedad insolidaria e individualista en la que cada persona, haciendo de su capa un sayo, va por el mundo sin tener en consideración las necesidades de los demás (nunca mejor utilizado el término “necesidades” ¿no crees?). No doy crédito a lo que me cuentas. ¿La gente te mira mal porque no recoges las heces de tu perro? Me atrevo a suponer que incluso puede haberse dado el caso de que alguno de estos fascistas te haya soltado alguna impertinencia, cuando dejas a tu pequeño amigo aliviarse en la calle, acaso en los portales de sus propias viviendas. Son basura. ¿No son capaces de entender que cuando tu perrito caga está regalando al mundo parte de su ser? ¿Que, por decirlo de algún modo, les obsequia con una pequeña celebración de la fuerza de la naturaleza en su sagrado ciclo? Debes reaccionar ante tamaña injusticia. Pasa a la acción.

Mi consejo es que acumules toda la mierda que tu perro sea capaz de excretar. Hazlo en tu propio domicilio. No tengas prisa, disfruta de la tarea durante meses, si no años. Debes acumular grandes cantidades de excrementos. Por toda tu casa. Llena cubos y tuppers con sus cacas, reúnela debajo de tu cama y en los armarios. Rellena tus almohadas con ella, y úntate el cuerpo de tan preciado tesoro. Y sal a la calle orgullosa, muéstrale al mundo de qué pasta estás hecha. Te llamarán cerda, pero no te equivoques, eres una visionaria. Estarás lanzando un mensaje al mundo. Ve a la ciudad en tu todo terreno rebozado en excedente canino y saborea un truño cual Tony Soprano en ruta hacia New Jersey. Wake up this morning, and get yourself a shit.

Oye, no puedo continuar siendo irónico. Limpia las cacas de tu perro, marrana.

(1) Metafóricamente, claro. Teniendo en cuenta que eres poco menos que coprofílica no tengo intención alguna de acercarme a menos de 50 metros de tu persona.

Autor: Berto Romero